Golden Temple. Patan.


Por fin salimos de Katmandú. Nuestra dirección cambió al sur del valle y tras un rato en el coche llegamos a Patán. Ahí nos esperaba el Templo Dorado, escondido en el interior de un patio cuadrado donde sus techos de bronce dorado resplandecían orgullosos en esa tarde lluviosa, con un ambiente caluroso y por supuesto, húmedo.

He de confesar que en ese momento, estaba un poco cansada de ver templos sin parar. Había sido hasta ese punto del viaje, una exhaustiva experiencia religiosa (y apenas empezaba, ay ay ay). Sin embargo, este templo era distinto a los demás: pequeño, con imponentes dragones en un reducido espacio, colores rojizos esparcidos a manera de explosión e, inverosimilmente, una tortuga que se paseaba en el espacio. Sí, una tortuga como único habitante moviéndose a sus anchas por el suelo pedregoso del templo. 

Como animal sagrado para los budistas de Patán, esa era su casa.

Comenzó a llover otra vez, mucho más fuerte que antes. Salimos corriendo del templo a refugiarnos en algún lugar con techo. Y para ponerme una sonrisa en la cara, Krishna nos llevó a un espléndido taller de chales de cashemere, donde gracias a los Himalayas y los animales que ahí viven, se encuentra nada más y nada menos ¡el mejor cashemere del mundo! Aproveché el refugio, me probé varios chales, salí con algunos y fui aún feliz. :)

Así que, si están en Patán, compren productos de auténtico cashemere, que no lo encontrarán a los precios de ahí y con esa calidad en ningún otro lugar. 




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